Desde que el niño tenía ocho meses, lo llamó “papá” y encontró en él a su principal referente afectivo. Compartieron la vida cotidiana, la escuela, los cumpleaños, los abrazos y los límites. Años después, ese vínculo forjado en la convivencia y el cuidado diario quedó reconocido legalmente: un juzgado de Río Negro concedió la adopción plena por integración a favor del hombre que lo crió como a un hijo.